Donde vive el venado
Detalle de la pirámide con cruces / Fotografía de Carlos Lázaro
Al ser en su mayor parte un espacio montañoso de difícil ocupación, el territorio correspondiente a la actual Delegación Magdalena Contreras no parecía haber tenido una relevancia particular en el contexto histórico prehispánico de la Cuenca de México. Hasta el año 2000 en que el INAH, después de varios años de reconocimiento por la zona, inició los trabajos de descubrimiento y rescate del sitio arqueológico de Mazatépetl, en la cima del cerro del mismo nombre, mejor conocido como el cerro del Judío. Los vecinos del pueblo originario circundante al sitio, San Bernabé Ocotepec, hoy parque ecoarqueológico Mazatépetl, sabían por tradición que el cerro escondía una pirámide importante y otros vestigios, ya que desde la conquista nunca dejaron de practicar allí sus rituales. Se trata pues del primer elemento conocido del patrimonio cultural tangible de la delegación. Hoy, el conjunto arqueológico junto con el museo de sitio, abiertos al público, representan la mejor herramienta para que los ciudadanos de la delegación conozcamos y disfrutemos de una parte importante de nuestro pasado más antiguo.
Después de subir por toda la avenida San Jerónimo, se llega al pueblo de San Bernabé, ahí el paisaje urbano que sube por las faldas de la montaña como un monstruo insaciable de concreto se detiene abruptamente y penetramos en la zona de conservación con su bosque de oyameles y encinos, por la calle de las Cruces. A los pocos minutos se accede a la zona arqueológica. Aquí estamos a 2750 m sobre el nivel del mar, y caminando por los senderos del sitio, antes de observar los monumentos, nos atrae la vista panorámica hacia los horizontes; por un lado, la gran laguna plana y gris de la ciudad de México donde descuellan los principales cerros de la topografía natural como el de la Estrella, los imponentes volcanes, así como los edificios icónicos de la ciudad; del otro lado, el Ajusco y la sierra de las Cruces. Ahora imaginemos, para los primeros habitantes de estas tierras y lagunas, la importancia que pudo tener ese sitio excepcional para el resguardo de la cuenca contra posibles invasiones. Así debió de haberse iniciado la ocupación de la cima por algunos vigías, porque este sitio es esencialmente un punto estratégico en la topografía de la región.
Entre los pocos objetos que se han podido rescatar del suelo de la zona se encuentra un silbato llamado silbato de la muerte o resonador de caos que puede emitir silbidos y otros ruidos potentes audibles hasta más de un kilómetro de distancia. No es improbable que los guardianes de ese lugar se comunicaran con sus congéneres mucho más abajo para alertar sobre posibles peligros y avisar de ciertos acontecimientos.
La pirámide de Mazatépetl / Fotografía de David Jaramillo / El Universal
La pirámide principal del conjunto es un basamento de varios metros de altura que domina otras cuatro construcciones. Es la estructura mejor conservada y es notorio que una parte de sus escalinatas fueron labradas directamente en la roca viva. Por ello, cuenta entre los pocos sitios en Mesoamérica con arquitectura de este tipo, al igual que el de Malinalco, en el estado de Máxico. La edificación de la pirámide se ha fechado alrededor del año 1200 dC, es decir mucho antes de la llegada de los mexicas a la cuenca de México, y habría tenido una ocupación importante durante casi dos siglos por los tepanecas, señorío hegemónico en la mayor parte de la cuenca hasta la rebelión tenochca de 1428.
Aunque el registro arqueológico ya no muestra presencia humana, a través de la cerámica principalmente, después de 1380, es difícil creer que en todo el periodo del imperio tenochca, de 1428 a 1521, el sitio haya sido abandonado, simplemente por la importancia de su función estratégica.
Vista de la plaza desde la pirámide con la escultura de la tortuga-jaguar en primer plano / Fotografía de Carlos Lázaro
En una estructura de la plaza principal se pueden ver los restos muy identificables de una escultura que representa un animal híbrido y por lo tanto mítico, una tortuga-jaguar de un metro y medio de largo. La única referencia encontrada de este animal es una representación pintada en los murales de Cacaxtla, en el estado de Tlaxcala. El periodo de esplendor de esta ciudad siendo el Epiclásico (650 – 950 dC), es evidente que, si existe una filiación entre los dos sitios, se da por una población desterrada de su ciudad de origen ya abandonada cuando menos un cuarto de siglo antes de 1200 (fecha de la construcción de la pirámide de Mazatépetl) y que se integró en la cuenca de México, retomando esa iconografía simbólica militarista (como la tortuga-jaguar) que caracterizó a las ciudades del Epiclásico y reprodujera quizás en el sitio de Mazatépetl un sucedáneo de su esplendor pasado. Pero esto no puede ser más que una simple hipótesis. Lo que sí es seguro es que, al igual que muchos sitios pequeños y medianos de los alrededores serranos de la cuenca de México, Mazatépetl se puede asociar a lo que se ha llamado el paisaje ritual del Altiplano central.
Escultura con rostro de Tlaloc en el cerro de Mazatépetl / Fotografía tomada del sitio Web http://ejsanbernabeocotepec.mex.tl/260896_Zona-Arqueologica.html
A unos cuantos metros del sitio mismo de Mazatépetl, en la falda suroeste del cerro, se ha ubicado un monolito de basalto de varias toneladas de peso que representa el rostro del dios Tlaloc. Se trata de una escultura de casi cuatro metros de alto, de inconfundible estilo mexica, que forma parte de esa apropiación del espacio que realizaron los mexicas en el siglo XV en base a su cosmovisión. Así, el culto a Tlaloc se manifestaba en parte a través del culto de los cerros que eran los reservorios del agua, no sólo de lluvia sino de todo tipo de agua en movimiento. Por lo tanto, esa escultura de Tlaloc nos muestra que durante el periodo mexica, el cerro del Mazatépetl fue un sitio de culto, como tantos cerros de los alrededores de la cuenca. Para los mexicas, la religión no estaba separada de la vida social y política, de la misma manera que estaba en armonía con el medio natural. Así que la función estratégica y hasta militar del cerro era totalmente compatible con su función como lugar de culto, como reserva enorme de madera para la construcción de la ciudad y de cacería para el abastecimiento de la metrópoli.
Mazatépetl es el “lugar de la sierra donde vive el venado” que es a la vez presa de cacería, imagen del vigía siempre alerta y símbolo de la renovación cíclica de la vida.